martes, 9 de diciembre de 2014

Jesús, Buen Pastor



Mateo 18, 12-14

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no dejará las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños».
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) Jesús hace un retrato del "Padre del cielo", y lo describe como Pastor con un corazón bueno, comprensivo, que va en busca de la oveja descarriada y se llena de alegría cuando la encuentra.

Es un retrato que más que con palabras ha manifestado Jesús con su propia vida. A imitación de su Padre, él se preocupa de todas las ovejas, de modo especial por las más débiles, las que se escapan del redil y corren peligros.

No las abandona, las busca, las acoge, las perdona, las devuelve a la seguridad. Es en verdad el Buen Pastor.

Si el Padre es rico en misericordia, Cristo aparece también en las páginas del evangelio como comprensivo, misericordioso, benigno con los pecadores, dispuesto siempre a perdonar. 

b) Si volteamos a nuestro alrededor nos encontraremos con muchos de estos "pequeños" que se han extraviado. Hombres y mujeres que, por diferentes razones, se encuentran lejos del Evangelio. 

Hombres y mujeres, jóvenes y adultos que se han dejado engañar por las riquezas del mundo y que se encuentran perdidos en el hedonismo, el consumismo, o en la más miserable pobreza; algunos incluso, en los vicios y las drogas. Son personas a las que les ha faltado un pastor que evitara que por las presiones del mundo, económicas, sociales o culturales, éstos se perdieran. 

Debemos y podemos hacer algo. Cada uno según sus posibilidades y el llamado de Dios en su corazón podrá hacerlo materialmente, pero todos debemos orar e interesarnos por ellos. Hagamos lo que está en nuestras manos, Dios completará la acción.

b) Padre bueno y clemente, que en Jesús nos das toda clase de bendiciones y nos confortas en nuestros sufrimientos, ayúdanos a imitarlo a él, buen samaritano, y con tu gracia haz que socorramos a nuestros hermanos que sufren para que comuniquemos a todos el consuelo que viene de ti. Amén 

jueves, 4 de diciembre de 2014

Curación de dos ciegos


San Mateo 9,27-31

«Al irse Jesús de allí, dos ciegos Lo siguieron, gritando: "¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!" Después de entrar en la casa, se acercaron a El los ciegos, y Jesús les dijo: "¿Creen que puedo hacer esto?" "Sí, Señor," Le respondieron. 
Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Hágase en ustedes según su fe." Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente: "Miren que nadie lo sepa." Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron Su fama por toda aquella tierra.» 
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) Es una estampa muy propia de Adviento la de los dos ciegos que están esperando, y cuando se enteran que viene Jesús, le siguen gritando: «ten compasión de nosotros, Hijo de David».

Dos ciegos que desean, buscan y piden a gritos su curación.

Tal vez no conocen bien a Jesús, ni saben qué clase de Mesías es. Pero le siguen y se encuentran con el auténtico Salvador, quedan curados y se marchan hablando a todos de Jesús.

Como tantas otras personas que a lo largo de la vida de Jesús encontraron en él el sentido de sus vidas.

Una vez más se demuestra la verdad de la gran afirmación: «yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en tinieblas».

b) ¿Seguimos a ese Jesús como los ciegos suplicándole que nos ayude? ¿de qué ceguera nos tiene que salvar? Hay cegueras causadas por el odio, por el interés materialista de la vida, por la distracción, por la pasión, el egoísmo, el orgullo o la cortedad de miras. ¿No necesitamos de veras que Cristo toque nuestros ojos y nos ayude a ver y a distinguir lo que son valores y lo que son contravalores en nuestro mundo de hoy? ¿o preferimos seguir ciegos, permanecer en la oscuridad o en la penumbra, y caminar por la vida desorientados, sin profundizar en su sentido, manipulados por la última ideología de moda?

El Adviento nos invita a abrir los ojos, a esperar, a permanecer en búsqueda continua, a decir desde lo hondo de nuestro ser «ven, Señor Jesús», a dejarnos salvar y a salir al encuentro del verdadero Salvador, que es Cristo Jesús. Sea cual sea nuestra situación personal y comunitaria, Dios nos alarga su mano y nos invita a la esperanza, porque nos asegura que él está con nosotros.

La Iglesia peregrina hacia delante, hacia los tiempos definitivos, donde la salvación será plena. Por eso durante el Adviento se nos invita tanto a vivir en vigilancia y espera, exclamando «Marana tha», «Ven, Señor Jesús».

c) Señor, dame la gracia de mirar la vida con los ojos de la fe, para ver todo como venido de tu mano amorosa, tanto lo fácil como lo difícil. Dame una fe que transforme toda mi vida, sé que me amas y que mi misión es transmitir mi fe a los demás.

Edificar la casa sobre roca


San Mateo 7,21, 24-27

«No todo el que me dice: 'Señor, Señor,' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca. 
Todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción.»
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús 

a) Jesús -al final del sermón de la montaña- nos asegura que está edificando sobre roca, y por tanto su edificio está garantizado, aquél que no sólo oye la Palabra sino que la pone por obra. Edifica sobre arena, y por tanto se expone a un derrumbamiento lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en sus oraciones ¡Señor, Señor!

Cuando Jesús compara la oración con las obras, la liturgia con la vida, siempre parece que muestra su preferencia por la vida. Lo que quedan descalificadas son las palabras vacías, el culto no comprometido, sólo exterior.

¿Cómo estamos construyendo nosotros el edificio de nuestra casa, de nuestra persona, de nuestro futuro? ¿cómo edificamos nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra Iglesia y sociedad?

Si en la construcción de nuestra propia personalidad o de la comunidad nos fiamos de nuestras propias fuerzas, o de unas instituciones, o unas estructuras, o unas doctrinas, nos exponemos a la ruina. Es como si una amistad se basa en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un amor romántico, o una espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación sacerdotal o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería construir sobre arena. La casa puede que parezca de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde.

b) Debemos construir sobre la Palabra de Dios escuchada y aceptada como criterio de vida.

El único fundamento que no falla y da solidez a lo que intentamos construir es Dios.

Seremos buenos arquitectos si en la programación de nuestra vida volvemos continuamente nuestra mirada hacia él y hacia su Palabra, y nos preguntamos cuál es su proyecto de vida, cuál es su voluntad, manifestada en Cristo Jesús, y obramos en consecuencia. Si no sólo decimos oraciones y cantos bonitos, ¡Señor, Señor!, sino que nuestra oración nos compromete y estimula a lo largo de la jornada. Si no nos contentamos con escuchar la Palabra, sino que nos esforzamos porque sea el criterio de nuestro obrar.

Entonces sí que serán sólidos los cimientos y las murallas y las puertas de la ciudad o de la casa que edificamos.

c) Gracias Buen Jesús por este llamado a la conversión, que me permite disponer mejor mi corazón para tu venida esta navidad. Al estar mi vida fundada sobre Ti, Roca sólida, estaré confiado y seguro en el cumplimiento de tu Plan de Amor. Amén.

martes, 2 de diciembre de 2014

Jesús sana y multiplica los panes


San Mateo 15,29-37

«Pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí. Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a Sus pies y El los sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. 
Entonces Jesús, llamando junto a El a Sus discípulos, les dijo: "Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están aquí y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino." Y los discípulos Le dijeron: "¿Dónde podríamos conseguir en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?" "¿Cuántos panes tienen?" les preguntó Jesús. Ellos respondieron: "Siete, y unos pocos pececillos." 
Y El mandó a la multitud que se sentara en el suelo; tomó los siete panes y los peces, y después de dar gracias, los partió y empezó a dar los a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. Comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.»
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) Hoy hemos escuchado cómo Jesús sano a muchos enfermos y multiplicó panes y peces para que todos pudieran comer. Con Él ha llegado la plenitud de los tiempos y ha traído a todos la salvación y la paz. 

La gracia del Adviento y de la Navidad, con su convocatoria y su opción por la esperanza, nos viene ofrecida desde nuestra historia concreta, desde nuestra vida diaria. Como a la gente que acudía a Jesús y que él siempre atendía: enfermos, tullidos, ciegos. Gente con un gran cansancio en su cuerpo y en su alma. ¿Como nosotros? Gente desorientada, con experiencia de fracasos más que de éxitos. ¿Como nosotros?

b) Tendríamos que «descongelar» lo que rezamos y cantamos. Cuando decimos «ven. Señor Jesús». deberíamos creerlo de veras

El Adviento no es para los perfectos, sino para los que se saben débiles y pecadores y acuden a Jesús, el Salvador. Él, compadecido, enjugará lágrimas, dará de comer, anunciará palabras de vida y de fiesta y acogerá también a los que no están muy preparados ni motivados. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.

Pero también podemos pensar: nosotros, los cristianos, con nuestra conducta y nuestras palabras, ¿contribuimos a que otros se sientan invitados a la esperanza? ¿enjugamos lágrimas, damos de comer, convocamos a fiesta, curamos heridas del cuerpo y del alma de los que nos rodean? ¿multiplicamos, gracias a nuestra acogida y buena voluntad, panes y peces, los pocos o muchos dones que tenemos nosotros o que tienen las personas con las que nos encontramos? Si es así, si mejoramos este mundo con nuestro granito de arena, seremos signos vivientes de la venida de Dios a nuestro mundo, y motivaremos que al menos algunas personas glorifiquen a Dios, como hicieron los que veían los signos de Jesús.

c) Señor Jesús, venimos a ti, fatigados por nuestras limitaciones, afligidos por nuestras culpas, desilusionados de tantas "mesas" en las que no saciamos nuestra hambre ni apagamos nuestra sed. Te pedimos nos consueles y cures con tu amor, que nos sacies con tu pan y que apagues nuestra sed en la fuente de tu Espíritu.

Acrecienta en nosotros la feliz esperanza, la tensión por el banquete de vida plena y definitiva que, con el Padre, preparas para todos los pueblos. Te bendecimos por tu compasión con los pobres y enfermos con la que nos revelas la bondad misericordiosa del Padre.
Te bendecimos también por el pan de cada día, signo de tu solicitud con nosotros.

Te pedimos que refuerces nuestra caridad para que, en nuestro compartir y en el servicio, podamos ser auténticos testigos de tu gran corazón de pastor que sana y apacienta sus ovejas. Amén

lunes, 1 de diciembre de 2014

Jesús se regocija en el Espíritu


San Lucas 10:,21-24

«En aquella misma hora Jesús se regocijó mucho en el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños. Sí, Padre, porque así fue de Tu agrado. Todas las cosas Me han sido entregadas por Mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar." 
Volviéndose hacia los discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven; porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."»
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús 

a) Así como en la escena de su bautismo en el Jordán apareció el Espíritu, en forma de paloma, que se posaba sobre él, proclamando su mesianidad, del mismo modo en la página que hemos escuchado el Espíritu le llena de alegría. Jesús se deja contagiar del buen humor de los suyos, que vuelven de un viaje apostólico y cuentan lo que han hecho en su nombre.

Y lleno de esta alegría y de esta sabiduría del Espíritu, pronuncia una de sus frases llenas de paradoja e ironía: sólo a los sencillos de corazón les revela Dios los secretos del Reino. Los que se creen sabios, resulta que no entienden nada. En Jerusalén había doctores de la ley, pero Jesús, un buen día, alabó el gesto de aquella mujer anónima, pobre, que echaba unos céntimos en el cepillo del Templo. Los sencillos de corazón son en verdad los sabios a los ojos de Dios. 

b) También ahora, en un mundo autosuficiente, orgulloso de los progresos de la ciencia y la técnica, sólo entran de veras en el espíritu del Adviento los sencillos de corazón. No se trata de gestos solemnes o de discursos muy preparados. Sino de abrirse al don de Dios y alegrarse de su salvación. Y esto no lo hacen los que ya están llenos de sí mismos.

La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene. Ellos serán los que llegarán a conocer en profundidad al Hijo, porque se lo concederá el Padre. No se contentarán de una alegría exterior y superficial: sabrán reconocer la venida de Dios a nuestra historia. Mientras que habrá muchos «sabios» para los que pasará el Adviento y la Navidad y no habrán visto nada, saturados de su propia riqueza riqueza que no conduce a la salvación. 

¿Seremos nosotros de esas personas sencillas que saben descubrir la presencia de Dios y salirle al encuentro? ¿mereceremos la bienaventuranza de Jesús: «dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven?». 

c) Señor, la auténtica vida de oración es aquella que me lleva a conocerte, amarte, seguirte e imitarte, ¡qué gran privilegio! ¡Qué inmensa alegría! No te pido una gran sapiencia, ayúdame a aceptar, con la sencillez de un niño, lo que quieres de mí. Sólo quiero crecer en mi amistad contigo y eso significa que necesito una confianza inquebrantable en tu infinito amor. Amén 

La fe del centurión

           

San Mateo 8,5-11

«Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: 
—Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores.  
Jesús le respondió: 
—Iré a sanarlo.  
El capitán contestó: 
—Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.  
Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: 
—Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.»
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) La curación del criado -o del hijo- del centurión por parte de Jesús, es un ejemplo de unas personas paganas que reciben la luz.

El centurión era pagano. No pertenecía al pueblo elegido. Más aún, era romano y militar: o sea, pertenecía a la nación que dominaba a Israel. Pero tenía buenas cualidades humanas. Era honrado, consecuente, razonable. Se preocupaba de la salud de su criado.

En el fondo, ya tenía fe y Dios estaba actuando en él. Su formación militar y disciplinar, aunque no era exactamente la mejor clave para interpretar el estilo de Jesús, se demostró que era un buen punto de partida para la salvación: «Señor, no soy digno», buena expresión de humildad y de confianza. Jesús le alaba por su actitud y su fe: encontró en él más fe que en muchos de Israel. Jesús siempre aprovecha las disposiciones que encuentra en las personas, aunque de momento sean defectuosas. Desde ahí las ayudará a madurar y llegar a lo que él quiere transmitirles en profundidad.

b) Hoy también, muchas personas, aunque nos parezcan alejadas, muestran como el centurión buenos sentimientos. Tienen buen corazón.

¿Sucederá también este año que esas personas tal vez respondan mejor a la salvación de Jesús que nosotros? ¿estarán más dispuestas a pedirle la salvación, porque sienten su necesidad, mientras que nosotros no la sentimos con la misma urgencia? ¿tendrá que decir otra vez Jesús que ha encontrado más fe en esas personas de peor fama pero mejores sentimientos que entre los cristianos «buenos»? ¿Vendrán de Oriente y Occidente -o sea, de ámbitos que nosotros no esperaríamos, porque estamos un poco encerrados en nuestros círculos oficialmente buenos- personas que celebrarán mejor la Navidad que nosotros? ¿O nos creemos ya santos, merecedores de los dones de Dios?

Cuando seamos hoy invitados a la comunión, podemos decir con la misma humilde confianza del centurión que no somos dignos de que Cristo Jesús venga a nuestra casa, y le pediremos que él mismo nos prepare para que su Cuerpo y su Sangre sean en verdad alimento de vida eterna para nosotros, y una Navidad anticipada.

c) Señor, yo tampoco soy digno de que entres en mi casa, por eso te suplico que este tiempo de adviento me disponga para tu venida. Quiero que encuentres en mí un alma vacía de apegos y de preocupaciones superficiales, que esté abierta a acogerte y a vivir conforme a tu voluntad. Amén.